Por Adriana Fuentes
- Saqueadores pueden ganar hasta ₡864.000 por noche
Al caer la noche, la costa de Moín a Tortuguero se convierte en zona de peligro. La soledad y la oscuridad son aliados perfectos de los saqueadores de huevos de tortuga que llegan en pelotón, a bordo de autos o busetas, con sacos de gangoche o bolsas plásticas para llevarse la carga, machete en mano y algunos hasta con armas de fuego. Arrasarán con cuanto nido encuentren.
Caminan descalzos, sin camisa. Llevan el machete para defender la valiosa mercancía robada o para destazar al animal si tarda mucho en poner los huevos.
Operan en banda porque así se protegen de otros saqueadores y, porque al dividirse la playa por segmentos, sacan más provecho.
En poco tiempo pueden destruir hasta nueve nidos, robar sus 1.000 huevos, lo cual les significará ganancias hasta de ¢1 millón al venderlos en el mercado negro. Cada noche, detrás del saqueo, no hay el interés de subsistencia que se daba hace dos o tres décadas en Limón, sino, el comercial.
Señalados con el narco
«Muchos de estos hueveros están vinculados al narcotráfico». Así lo dice la jefa del Departamento Ambiental del Servicio Nacional de Guardacostas, Carmen Castro, quien revela que algunos «son informantes para los narcotraficantes» en esta y otras playas donde al caer la noche llegan drogas.
Érick Saldaña Carranza, director de Operación Moín, un proyecto para el monitoreo y conservación de tortugas en esa zona costera, también cree que ciertos hueveros hacen de vigilantes para el narco. Aclara que no forman parte del tráfico, pero cooperan para que se ocurra.
«Los hueveros locales llegan hasta nuestro campamento (en Moín) y nos dicen: ‘Miren, hoy no entre a caminar la playa porque están entrando los pesados (narcotraficantes)’. Más bien es bueno que le avisen a uno, porque te están salvando la vida», dijo.
Más contundente es la opinión de Gerardo Chávez, investigador de anfibios y reptiles.
«La playa es dominio de un grupo y utiliza todos los recursos. Un tiempo está en la actividad de narco y otro en la actividad de huevos», enfatizó
El círculo hueveros-narcotráfico lo cierra Didiher Chacón Chaverri, biólogo y director local de Wider Caribbean Sea Turtle Conservation Network (Widecast): «Sí, existe muchísima gente que vemos que saca huevos de manera permanente para venderlos a cambio de droga o alcohol. Se usan (los huevos) como moneda» de intercambio.
Para el ministro de Seguridad, Gustavo Mata, todas «son suposiciones que no se pueden demostrar». Sin embargo, Chacón le replica: «Obviamente, el ministro tiene desconocimiento porque no está en el campo».
Nidos de oro
Los 18 kilómetros de playa de Moín son una mina de oro ambiental pues las tortugas tienen predilección por nadar hasta allí, avanzar por la playa y cavar nidos a 75 o 90 cm de profundidad.
El Centro Científico Tropical, dedicado a la investigación científica y conservación, llegó a contabilizar el año pasado 18.000 huevos de baula, verde y carey.
La baula, en acelerado proceso de extinción, es la de mayor tamaño en los mares pues llega a medir 2,2 metros y pesar hasta 600 kilos. Cada una, deposita de 80 a 120 huevos en los nidos.
La temporada de desove va de marzo a setiembre y en estos meses cada huevero vende la unidad a los intermediarios a casi ¢300, por lo que cada nido le hace ganar de ¢24.000 a ¢36.000.
Chacón estimó que en Moín el anidamiento total en una temporada abundante, como la del año pasado, podría venderse en el mercado negro en ¢60 millones.
El consumidor paga por cada uno, ya cocinado en agua, desde ¢500 o más.
«La mayoría de la gente que uno conoce que saca huevos, van a un intermediario, ese intermediario los cocina y tiene una red de vendedores en los pueblos», explicó Chacón. Los sitios de venta más comunes, agrega, son buses y sus paradas, construcciones, cercanías del Hospital Tony Facio e incluso frente a los Tribunales de Justicia.
Los hueveros profesionales de Limón trabajan de manera rápida, organizada y eficiente. A pesar de que la mayoría son de bajos recursos, se las ingenian para contar con medios sofisticados para agilizar la sustracción de los huevos.
Con una particular precisión, calculan el momento exacto en que la marea está más alta y llegan una hora antes, cuando hay más probabilidades de que las tortugas aniden.
En ocasiones, alquilan busetas colectivas para que los deje a lo largo de la costa. Allí, monitorean si la playa está libre de ambientalistas o de policías y se lo comunican entre ellos a través de señales con luces de color rojo, tono son utilizado para no alterar a las tortugas.
Poco les afecta el calor agobiante y la bruma nocturna. En cuestión de minutos saquean su primer nido pues conocen a la perfección las áreas de la playa en donde estos reptiles prefieren desovar. Los localizan en medio de la oscuridad a pesar de que los ambientalistas o los mismos quelonios los intenten camuflar.
Los hueveros que operan bajo este modelo de organización son hábiles para evadir los controles policiales. Una de sus estrategias es hacerse pasar por turistas que visitan la playa y para ello camuflan los huevos en los sitios más inimaginables dentro del vehículo en que se transportan. En el caso de Moín, se escabullen por la zona de Quince Millas y en ocasiones, aprovechan las vías del tren para transportar los huevos por medio de un carretillo.
Se han observado casos en los que grupos de hueveros utilizan una casa como cuartel en donde conviven y planean sus próximos saqueos.
«Este año han tenido un campamento desde marzo y han estado en lo que es la zona de Doce Millas (en la playa de Moín). Tienen una casa que ha estado ahí desde el año antepasado, entonces alrededor de esta casa surge todo», comenta Erick Saldaña.
El consumo de huevos de tortuga es parte importante de la cultura afrocaribeña. Gustavo Mata afirma que la población limonense tiene mucha resistencia por dejar de consumirlos, pues es algo que «lo traen ya en sus genes».
Johnny Chacón, quien ha trabajado en la vigilancia y protección de tortugas marinas por 14 años, manifiesta que las personas compran huevos por motivos que no responden únicamente a la cultura.
«Si nos vamos a sus raíces, todos los afrocaribeños han tenido la creencia de que los huevos son afrodisiacos, cosa que es mentira. El huevo de tortuga tiene 4% más de colesterol que un huevo de gallina, entonces contamina más al ser humano», asevera.
Las penas a las que se expone quien mate, cace, capture, destace, trasiegue o comercie tortugas van de uno a tres años.
La fiscala adjunta de Limón, Karolina Martínez, afirmó que desde el inicio de su gestión en setiembre de 2015 se ha procesado a nueve de personas. Solo en un caso se logró la condena, mientras que «todos los demás están con algún tipo de medida alterna», dijo.
Voluntad de acero
El caribe costarricense es privilegiado. Cuatro de las siete especies de tortugas marinas que hay en el mundo desovan en sus playas. No obstante, el personal oficial para proteger los sitios de anidación es sumamente escaso.
Por esta razón, hombres y mujeres comprometidos con la causa, ofrecen sus servicios voluntarios para patrullar las costas limonenses pese al cansancio y la inseguridad.
Tal es el caso de Catalina Martínez, de 22 años, que forma parte de la asociación Juventud Activa de Conservación Ambiental Nacional de Costa Rica (Jacana) en Siquirres. Durante sus jornadas de patrullaje, se ha enfrentado a situaciones desgarradoras provocadas por los hueveros.
«Nosotros (los voluntarios y los hueveros) tenemos como una ley, lastimosamente. El que llega primero a la tortuga es el que tiene poder sobre ella».
Johnny Chacón, quien tiene experiencia de 14 años en la protección de tortugas, asegura que los esfuerzos de la Fuerza Pública para patrullar las playas son deficientes, por lo que la inseguridad aumenta.
Afirma que los oficiales vigilan algunas playas, pero lo hacen desde los vehículos y nunca recorren la costa. También enfatiza que, muchas veces, cuando se alerta a la Policía de un saqueo, no los socorren de inmediato o nunca llegan al sitio.
Las críticas por parte de los ambientalistas también van dirigidas al Ministerio de Ambiente y Energía (Minae).
Magdalena Rojas, expresidenta de la Asociación de Desarrollo de Mata de Limón, Gandoca, comenta mientras sentada en una mecedora en el pórtico de su casa, rodeada de exuberante naturaleza, que a su comunidad solamente llegan tres funcionarios del Minae para patrullar los 12 kilómetros de esa playa que parece estar en agonía.
No obstante, el viceministro de Aguas, Mares, Costas y Humedales, Fernando Mora, asegura que esta cantidad de personal es suficiente para el patrullaje, dada la carencia de funcionarios.
La venta ilegal de huevos de tortuga conlleva pocos riesgos para los saqueadores, pues las penas por este delito son complacientes. Es una mafia en crecimiento donde el narcotráfico y el dinero fácil son fuertes influencias. Mientras tanto, el oro blanco del Caribe es comercializado ante cientos de ojos que observan, pero que también ignoran.
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De huevero a conservacionista
Luis Esquivel se dedicó al saqueo de nidos de tortuga marina durante su niñez y adolescencia. Hoy labora para la Asociación Salvemos las Tortugas de Parismina (Astop), donde patrulla la playa y cuida el vivero de depredadores naturales y hueveros.
Dejó esta práctica al darse cuenta del daño que le estaba haciendo a los quelonios. Comenta cómo en años anteriores cientos de tortugas arribaban a las costas de Parismina, mientras que ahora apenas se pueden observar unas cuantas. Su sueño es que sus nietos tengan la oportunidad de conocer a estos animales.
Asegura que con el saqueo conseguía fácilmente ingresos para mantener a su familia. Ganaba bien pues “los huevos son caros”.
En su experiencia, ha sido testigo de cómo un solo huevero en una noche de trabajo ha saqueado hasta cinco nidos en Parismina.
Pero, ¿Qué hace falta para que otros hueveros reflexionen? Para Esquivel es simple, es cuestión de sentido común. “Nada más es hacerle números a qué estamos haciendo mal”, concluyó.
Parismina lucha contra los hueveros
A 52 kilómetros de Puerto Limón se ubica Parismina, un pequeño pueblo de calles de arena, vegetación exuberante y casas de madera, el cual ha sido un ejemplo a nivel internacional por su proyecto Asociación Salvemos las Tortugas de Parismina (Astop).
Durante su comienzo en el 2001, los guardacostas estimaron que un 98% de tortugas verdes eran cazadas por su carne, y cerca de un 98% de los nidos eran saqueados en Parismina. Hoy estos números han reducido drásticamente a un 38%.
La asociación opera atrayendo a voluntarios de todo el mundo por medio de su página web. Estos pagan una cuota diaria que va desde los $20 hasta los $37 diarios, dependiendo que tan larga sea su estadía y de dónde se van a hospedar.
La directora de Astop, Victoria Taylor, asegura que entre los meses de marzo a setiembre, unos 200 voluntarios forman parte del proyecto, lo cual genera ganancias desde los $45.000 que son reinvertidos en su totalidad para pagarles a vigilantes y anfitriones de los voluntarios. De esta manera, Taylor asegura que el proyecto a generado fuentes de ingresos para casi la mitad del pueblo.
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