Por: Armando Quesada Webb
Proyecto publicado
- Los productores agrícolas de Costa Rica son cada vez más viejos y los jóvenes rurales no parecen tener el mismo interés en continuar con la ocupación de sus padres.
El 5 de mayo de 1978 fue colocado en el costado norte del Aeropuerto Juan Santamaría el Monumento al Agricultor, obra del artista Francisco Zúñiga, que se mantuvo ahí por los siguientes treinta y tres años. La figura presenta a un campesino trabajando la tierra, con una mujer a su lado y un niño desnudo sujetado de su madre, que simboliza la honradez del agricultor y la importancia de este oficio que le ha dado sustento a Costa Rica desde sus orígenes como nación.
El monumento fue removido en diciembre del 2011, debido a que varias piezas fueron robadas, y desde entonces está en custodia del Museo de Arte Costarricense, mientras el gobierno busca un lugar apropiado para ubicarlo. En la actualidad esta obra no parece provocar interés alguno y todo indica que así se quedará por un tiempo indefinido.
Los agricultores costarricenses no están esperando reubicación, pues no tienen a dónde ir y su futuro es incierto. Ahora están más envejecidos, más empobrecidos e invisibilizados que nunca; mientras que los planes para garantizar un relevo generacional tampoco están a la vista.
Una profesión envejecida
“Desde que tengo uso de la razón siembro con mi papá tomate, ahora tengo casi 60 años y sigo en esto”, cuenta Vinicio Rodríguez, oriundo de San Rafael de Alajuela, quien es en muchos sentidos un típico agricultor costarricense. Vestido con camisa de botones, pantalón de mezclilla y botas, camina por las 3 manzanas de tierra que alquila para poder sembrar tomate y ganarse la vida, mientras revisa planta por planta para asegurarse que no tengan enfermedades o gusanos.
A sus 59 años, Vinicio ha pasado las últimas cuatro décadas y media de su vida dedicado al cultivo de tomate, lo mismo que ha hecho toda su familia por mucho tiempo. “Contando primos y hermanos éramos como unos 45 agricultores en la familia, pero ahora sólo quedo yo”. Vinicio dice estar completamente enamorado de su trabajo.
Cualquiera podría pensar que alguien que se acerca a los 60 años ya estaría considerando el retiro, pero Vinicio no está seguro de cuándo dejará de trabajar. En realidad, este alajuelense no es un caso particular, ya que la mayoría de los agricultores de Costa Rica se encuentran en una situación similar. La agricultura es una labor envejecida, la gran mayoría de los productores agrícolas costarricenses son de mediana edad.
El último Censo Nacional Agropecuario, realizado por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC) en el 2014, señaló que las personas que se dedican a las labores agrícolas de Costa Rica tiene una edad promedio de 53,9 años, siendo 54,1 para para los hombres y 52,6 para las mujeres.
“La estructura por edad presenta un marcado envejecimiento de la población”, explica el INEC. Incluso existe un porcentaje considerable de productores agrícolas que son adultos mayores, el 22,5% de esta población tiene 65 años o más.
Hay cantones donde el promedio de edad está muy por arriba de los 59 años. Tal es el caso de Tibás, San Pablo y Santo Domingo, donde hay promedios de 74,0, 71,4 y 64,2 años respectivamente.
Los cantones con la edad promedio más elevada son Tibás (74,0), San Pablo (71,4) y Santo Domingo (64,2).
Incluso los cantones con la población de agricultores de menor edad tienen un promedio de relativamente alto. Escazú (49,5), Limón (49,3) y Talamanca (46,7) tienen los números más bajos de todo el país.
En el cantón de Parrita en Puntarenas, vive Adolfo Valverde, un agricultor de 52 años que a pesar de venir de un contexto muy distinto al de Vinicio, tiene mucho en común con él. Con sus botas de hule para caminar por el barro de su finca y una gorra para protegerse del intenso sol del Pacífico, todas las mañanas este puntarenense fumiga su arroz, el producto que le ha dado sustento por tantos años.
Él ahora es el encargado de continuar con la tradición familiar y sigue trabajando en el mismo terreno que lo hizo su padre. A pesar de que también dedica parte de su finca a otros productos, Adolfo le sigue dedicando su vida al arroz.
Al igual que Vinicio, Adolfo es un hombre de mediana edad que se ha dedicado toda su vida a sembrar principalmente un producto y tampoco está seguro de a qué edad se retirará y de qué pasará con su tierra entonces.
Los cantones con la edad menos elevada son Escazú (49,5), Limón (48,3) y Talamanca (46,7).
Las fincas de Vinicio y Adolfo son solamente dos de las 93.017 que hay en el país, para un total de 2.406.418,4 hectáreas dedicadas a la producción agropecuaria, equivalente a un 47,1% del territorio nacional.
De 1984 al 2014 hubo una reducción en la cantidad de fincas de 8,7%, así como las hectáreas agropecuarias se redujeron en 21,6% en este lapso. La finca de Adolfo mide 150 hectáreas, mientras que el terreno que trabaja Vinicio solamente 3 manzanas (21 000 metros cuadrados); ninguno de los dos está cerca del promedio que fija el censo de 25,9 hectáreas.
Otro aspecto en el que Vinicio se sale del promedio es en la forma de posesión de la tierra, ya que el terreno que trabaja es alquilado, por lo que forma parte del 4,6% de fincas alquiladas de país. En Costa Rica el 91,2% de las fincas son propias del productor y tan sólo 1,8% presenta otras formas de tenencia. En el caso de la finca de Adolfo sí es propia.
El envejecimiento de la población agrícola no es algo exclusivo de los hombres, los números de las mujeres son muy similares. La edad promedio de la mujer agricultora es de 52,6 años.
En Aserrí, hay un grupo de mujeres emprendedoras que han desarrollado un proyecto de café, la Asociación Ideas Productivas Femeninas de La Legua de Aserrí (Asiprofe).
El Censo Agropecuario del 1984 mostró un total de 101 938 fincas, mientras que el del 2014 mostró 93 017. Eso equivale a una reducción del 8,7%.
Margot Rivera y Rita Espinoza son parte de esa organización, ellas tienen 49 y 52 años respectivamente. Según afirman, la mayoría de las compañeras de la asociación también ronda esas edades.
Ambas productoras son nativas de La Legua de Aserrí y vienen de familias de tradición agrícola, pues sus padres eran cafetaleros. Para Margot fue natural asumir la profesión de agricultora, ella dice llevar el oficio en la venas. “Seguro de ahí uno hereda el espíritu emprendedor”, bromea.
La situación de estas mujeres de Aserrí no es muy diferente en cuanto a edad, aunque sí manejan la tierra de forma diferente: cada una posee alrededor de 3 hectáreas, pero el trabajo lo aportan entre todas, por lo que terminan por atender en total 11 hectáreas.
30 años de soledad
El envejecimiento del agricultor costarricense es una realidad que ahora salta a la vista, pues pasó mucho tiempo para que un nuevo censo diera una fotografía actualizada de este sector. El último censo antes del 2014 fue en 1984, mientras que la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) recomienda que este tipo de estudios se haga cada 10 años.
Didier Hernández, coordinador del Censo Agropecuario del 2014 explicó que hubo una serie de razones que retrasaron su realización. En el año 2000 hubo una intención de realizar los tres censos al mismo tiempo (población, vivienda y agropecuario), pero la institución no tenía la capacidad para hacer los tres y se sacrificó el agropecuario.
El objetivo general del Censo plantea que se busca suministrar información confiable para “formular planes, programas e instrumentos del desarrollo, estudios y análisis de políticas”. No obstante, pasaron veinte años en que esta información no estaba disponible, ya que los censos pierden validez después de 10 años.
Olman Quirós, decano de la Facultad de Ciencias Agroalimentarias de la Universidad de Costa Rica (UCR), recordó la dificultad que representó para los investigadores no tener esos datos básicos a mano a la hora de embarcar en un proyecto.
El decano contó que era necesario ir de organización en organización recolectando información de los diferentes sectores productivos, lo cual complicaba más el trabajo. “Uno tenía que armar un rompecabezas”, aseguró.
Quirós afirma que la información censal ha sido poco aprovechada en su facultad. Asimismo, ninguna institución ha realizado un estudio a profundidad enfocado en el envejecimiento del agricultor.
Diego González, especialista en agronegocios y proyectos del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA), explicó que por el momento esa institución no ha realizado análisis específicos con respecto al tema. “Tenemos noción y referencias pero no se ha generado ningún documento al respecto.”
Más pobres
El último informe del Estado de la Nación, destaca un aumento en el coeficiente Gini de 1984 al 2014. En este indicador de la distribución de la tierra, cuanto más se acerca a 1, peor distribuida está. En 1984 el coeficiente Gini de Costa Rica fue de 0,81 y en el 2014 de 0,82. Además, el informe resaltó que los cantones que abarcan grandes extensiones agropecuarias tienen coeficientes que fluctúan entre 0,74 y 0,79 en esta escala.
La mitad de las fincas del país suma apenas un 3% de las hectáreas agropecuarias, así como el 80% de las fincas representa solamente el 15% de las hectáreas agropecuarias.
El Estado de la Nación también hace evidente la mala distribución de la tierra. Si se juntara a la mitad del total de fincas de menor tamaño de todo el país, estas solo cubrirían el 3% del área total cultivada. Peor aún, si se juntara el 80% de las fincas más pequeñas, estas solo representarían un 15% del total nacional.
“Un pequeño número de fincas grandes (de más de quinientas hectáreas) abarca una cantidad importante del área agropecuaria”, apunta el documento.
El informe realiza un análisis de los datos del Censo de Población del 2011 y del Censo Agropecuario del 2014 y muestra una asociación directa entre la pobreza de los cantones y la extensión del área agropecuaria, sin importar el método de medición de pobreza que se utilice. También muestra una relación “directa y positiva” entre el empleo agropecuario y los hogares con necesidades básicas insatisfechas (NBI).
“En Matina, Los Chiles y Buenos Aires más de la mitad del empleo está concentrado en el agro y más de la mitad de los hogares tiene NBI”, expone el informe. También se explica que no hay una relación definitiva entre empleo en agro y pobreza, ya que hay excepciones de cantones con un robusto sector agropecuario y bajo NBI, pero definitivamente existe una tendencia.
Además de los números que muestran estos documentos, los mismos productores dicen que hay otras problemáticas constantes que dificultan vivir de la agricultura. Vinicio Rodríguez comentó que en este oficio no hay seguridad de que siempre se le saque ganancia a la siembra. Según anden los precios algunos días se gana y otros no.
“Siempre han habido problemas de mercadeo, libre comercio, plagas y ahora el cambio climático. Si llueve mucho hay problemas, si no llueve también.” Otro gran obstáculo que destaca el alajuelense es la participación de los intermediarios, ya que al pasar el producto por varias manos, al que menos le toca es al agricultor y se complica obtener una ganancia sustancial.
En Matina, Los Chiles y Buenos Aires más de la mitad del empleo está concentrado en agro y más de la mitad de los hogares tienen NBI (necesidades básicas insatisfechas).
Por todas estas razones la familia de Vinicio ha abandonado la agricultura.“Los que quedamos en este asunto somos valientes, porque hay muchos problemas. Conozco gente que ha perdido la casa y la finca.”
Él piensa que al productor agrícola se le va seguir haciendo difícil la vida hasta que no haya una política del gobierno que se involucre con el agricultor directamente y quiera ayudarlos. “El gobierno debe acercarse y averiguar qué necesita el productor, si no hay eso, probablemente llegue el agricultor a desaparecer.”
Margot y Rita padecen apuros similares a las de Adolfo y Vinicio. Para ellas los intermediarios son un problema constante, ya que les dificulta obtener ganancia. Debido a esto, tuvieron la idea de trabajar con valor agregado y vender el café directamente.
“En este momento si uno estudia la cosecha se da cuenta que no da mucha ganancia. Por eso queremos vender directamente”, expresó Margot. Ellas se han visto forzadas a buscar alternativas porque en el modelo tradicional el agricultor no es el que recibe la mejor parte de la producción.
Las agricultoras destacan el acceso a créditos como uno de los mayores inconvenientes. “Los productores no tienen la garantía de que le vayan a dar préstamos. Muchos programas no cuentan al agricultor como un sujeto de crédito”.
Para Rita, el obstáculo más grande, aparte del factor económico, es el machismo. Según cuenta, en ocasiones asistían a instituciones y se burlaban de ellas por ser un grupo de “mujeres viejas”.
“Hemos caminado al lado de las instituciones pero adquirir credibilidad nos costó muchos años”, continuó. Sin embargo, no creen estar completamente solas, ya que han recibido apoyo de instituciones como el INA, de sus familias e incluso de la iglesia local, la cual donó una máquina procesadora de café.
Margot opina que el gobierno ha abandonado al productor, de vez en cuando reciben alguna asesoría del MAG, pero económicamente los aportes han sido muy limitados. “El gran problema es la miseria en la que vivimos, no alcanza para pagar sueldos. Por eso se necesita un apoyo real del gobierno.”
Ellas creen que el gobierno debe revisar las políticas, ya que no hay un sólo plan que cause impacto en el área agrícola. Ven como una prioridad que hayan menos trabas y más articulación. “No nos ha ido tan mal como a otros pero es porque sabemos llevar procesos y somos perseverantes (…) Hay funcionarios muy comprometidos en el gobierno, pero hace falta unificación de las instituciones”, aclaró Rita
Malas condiciones de la agricultura provoca que los jóvenes opten por migrar a la ciudad o buscar un empleo de baja calificaciónHijos de agricultores rechazan el oficio de sus padres
- Expertos señalan necesidad de un cambio en la agricultura tradicional para atraer a la juventud.
Un importante número de jóvenes de zonas rurales han decidido no seguir con la profesión de sus padres, y esto es una de las razones principales por las que ahora predominan los agricultores de avanzada edad.
Vinicio Rodríguez, productor de tomate de San Rafael de Alajuela, tiene tres hijos de 31, 22 y 16 años. Al mayor, quien trabaja para una empresa, y al menor, estudiante de colegio, no parece que les interese la agricultura debido a que han sido testigos de las dificultades que vive su papá.
Al hijo del medio, estudiante de Ingeniería, sí le gusta la agricultura y le ha dicho a su papá que le gustaría volver a trabajar la tierra un día porque le preocupa el futuro de este oficio. “La preocupación de él es que el sector agrícola cada día va decayendo, que cada día hay menos agricultores y que la comida llegue a escasear, entonces él quiere volver a la tierra.”
Al igual que los hijos de este agricultor, muchos jóvenes de zonas rurales no quieren ser agricultores por las dificultades que conlleva este oficio. Tal es el caso de Pedro Byron Lezcano, un joven de 24 años oriundo de Las Vueltas de Portero Grande, en el cantón de Buenos Aires, Puntarenas.
Pedro Byron tiene un año de vivir en Barva de Heredia con sus hermanas, y según cuenta, siempre había querido venir a vivir a la ciudad, porque en el campo la vida es mucho más difícil. “Me vine para trabajar y para estudiar, allá hay mucho desempleo y para poder ir a la universidad tenía que viajar mucho.” En “Las Vueltas” casi todos trabajan de peones, y Pedro Byron no quería eso para él.
Su padre vivía de su finca y él desde muy joven trabajaba a su lado. Sin embargo, Pedro Byron cuenta que su papá quería que él se superara, y estaba feliz con que viniera a la ciudad. “Algunos de mis amigos se han quedado allá y otros se han venido. Los que se han quedado en Las Vueltas dicen que el asunto está difícil, cuando voy escucho comentarios y pienso que es mejor estar aquí haciendo las cosas bien.”
Poco a poco todos los hermanos de Pedro Byron se fueron a la ciudad. Antes que él sus dos hermanas, Natalie y Mariela, ya tenían varios años de vivir en Heredia, y recientemente vino a vivir con ellos su hermano menor, Cristian. Los papás de Pedro Byron son ahora los únicos de la familia que viven en Las Vueltas de Potrero Grande.
“Lo más difícil es estar lejos de mis papás y mis amigos, extraño el aire que se respira allá.” Ahora el joven sureño trabaja en Walmart como cajero y quiere entrar a la Universidad Nacional para estudiar Educación Física, aunque afirma querer volver eventualmente a su pueblo.
El decano de ciencias agropecuarias de la UCR, Olman Quirós, opina que el mayor problema de la agricultura en la actualidad es que los jóvenes no quieran quedarse en las zonas rurales. Pedro Byron es sólo un caso particular, pero sus motivaciones son similares a las de tantos otros jóvenes que han abandonado el campo en busca de oportunidades.
Según Rafael Mesén, director ejecutivo del Consejo Nacional Clubes 4s del Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG) el tema de juventud rural en el sector agropecuario empezó a flaquear a partir de los programas de ajuste estructural en los años ochenta. “Fuimos perdiendo la atención a la juventud agropecuaria (…) No hay mucha investigación de juventud porque no era protagónica.”
El encargado de los Clubes 4s comenta que existe hay una tasa de desempleo del 40% en los jóvenes rurales de entre 18 y 24 años, según la Encuesta Nacional de Hogares, y que este es el verdadero problema, no la migración.
Esta tasa de desempleo es causada en gran parte porque muchos jóvenes abandonan la secundaria para buscar trabajo, y a pesar de que es legal trabajar desde los 15 años, la mayoría de las empresas no contratan menores de edad. “Los jóvenes están migrando de la agricultura familiar sin educación a estudiar o a ser asalariados”, continuó.
Además Mesén destaca que está muriendo aquel modelo familiar donde todos trabajan para el papá, debido a que en las familias cada miembro empieza a tener su propio proyecto de vida.
“Ahora un muchacho rural busca trabajo desde temprano para poder consumir, no tanto para salir de la pobreza. El joven desea tener autonomía social y económica, y la logra por medio de un trabajo poco calificado que el papá no le da”, comentó.
Luis Felipe Arauz, ministro de Agricultura y Ganadería, resaltó la importancia de entender que los jóvenes ahora tienen otras expectativas de ingreso, y por esa razón hay que promover una agricultura que les permita tener una ganancia digna.
Sin embargo, Rafael Mesén explicó que aquellos jóvenes que buscan proyectos personales no tienen forma de expresarlo. “Los jóvenes no están asociados para exigir política pública y la fragmentación produce invisibilidad y debilidad como actor social.”
Las necesidades de la juventud rural
Gustavo Fernández, director ejecutivo del Instituto Nacional de Fomento Cooperativo (Infocoop), aseguró que en el sector cooperativo hay conciencia sobre el envejecimiento de los agricultores, y que para poder realizar un relevo generacional exitoso han aplicado una serie de iniciativas para incorporar a la juventud, como programas de asistencia técnica y capacitaciones.
“Comprendemos muy bien que muchos jóvenes no quieran vincularse con la agricultura de sus padres y abuelos, pero creemos que podemos darle oportunidades a los jóvenes para que trabajen con valor agregado”, continuó.
Según Fernández, el futuro para los jóvenes en la agricultura está en el valor agregado, ya que así se puede aprovechar la tecnología y el conocimiento de los jóvenes para que lo apliquen en la producción y se continúen ejerciendo este oficio. De esta forma, explica el jerarca, un joven que siembra papa podría ir más allá y producir “chips”, y así no se quedaría con la agricultura tradicional de su padre.
“Sabemos que el sector tiene brechas importantes pero no creemos que haya un envejecimiento que nos esté amenazando, el cooperativismo por su dinámica y fuerza ha sobrevivido y ha logrado insertar jóvenes.”
Asimismo, el jerarca de Infocoop afirma que hay jóvenes liderando cooperativas alrededor de todo el país y tiene la seguridad de que el cooperativismo se expande y que la juventud jugará un rol protagonista en este sector. “Yo no veo algo apocalíptico. En las cooperativas hay muchos jóvenes interesados en trabajar, lo veo todos los días”
Sin embargo, Rafael Mesén tiene una visión distinta acerca de la integración de jóvenes en la agricultura. “No necesariamente el proyecto de vida de los jóvenes se resuelve con que uno o dos entren a una cooperativa, el problema va más allá de formarlos”.
Mesén, quien trabaja directamente con la juventud rural, afirma que los jóvenes que lideran cooperativas son solamente una minoría, y que a pesar de que él promueve que se unan a estas organizaciones, lo que realmente requieren es inversión y apoyo.
Para el presidente de los Clubes 4s, debido a que no todos los jóvenes van a la universidad, la orientación para su correcto desarrollo debe darse en el colegio, y así se facilitará el emprendimiento.
“Alguien que estudie y vuelva a la zona rural no encontrará trabajo porque las economías son tan paupérrimas que no dan para emplearlos. Hay un potencial grande para esto pero el joven necesita un impulso.” Mesén opina que el talento que se puede explotar, pero necesitan crédito, asociarse, visibilizarse.
Gerardo Ávila, jefe del Departamento de Especialidades Técnicas del Ministerio de Educación Pública (MEP), tiene una perspectiva similar a la de Mesén, él cree que hace falta credibilidad de la persona adulta hacia los jóvenes. “No hay capital para que estos jóvenes desarrollen sus ideas de negocios. Alguien debe dar respaldo para que los jóvenes emprendan, pero capacidad hay para poder hacerlo y hay casos exitosos que lo muestran”, afirmó.
Uno de estos casos exitosos en un muchacho de 23 años de Upala, quien fue parte de los Clubes 4s de Rafael Mesén y más adelante pudo establecer una empresa. Su nombre es Jesús Murillo, y al igual que Vinicio y Adolfo, viene de una familia de agricultores. Como muchos jóvenes rurales, Jesús inicialmente no planeaba dedicarse a la agricultura, sino que la veía como un método de subsistencia.
Mientras cursaba la carrera de Enfermería, logró establecer una relación comercial con Walmart, el primero de una serie de grandes clientes que irían apareciendo. “Nos dimos cuenta que la agricultura es una gran empresa que simplemente está mal administrada.”
Jesús, quien es parte de la red de la FAO de agricultura familiar, tiene ahora un proyecto junto con sus hermanos y su padre Alcides. Este consiste en dos puntos: la parte productiva, de la cual se encarga Alcides, y la parte de comercialización, trabajada principalmente por Jesús y sus hermanos.
Este joven incluso trabaja con otras familias ocasionalmente, ellas aportan mano de obra y Jesús la planificación y el mercadeo. De esta forma se generan ingresos para todos y se mantiene viva la agricultura familiar.
La empresa marcha con firmeza, pero eso no significa que haya sido fácil. Como agricultor joven, Jesús conoce muy bien los problemas que afectan a este sector, como la dificultad para estudiar, ya que para poder obtener su título tenía que viajar a Puntarenas todos los fines de semana. Cada sábado y domingo se levantaba a las cuatro de la mañana para poder asistir a clases de ocho de la mañana a cinco de la tarde, y regresaba a su casa alrededor de las diez de la noche.
Jesús comparte otras problemáticas mencionadas por los agricultores “viejos”. El joven destacó que el cambio climático que ha afectado considerablemente las producciones, así como el aumento de los insumos y las nuevas plagas que han llegado al país.
El joven agricultor opina que el acceso a créditos es fundamental pero que necesita un cambio urgente. Criticó al Instituto de Desarrollo Rural (Inder) por la cantidad de requisitos que piden para otorgar un crédito.
“Tengo todo y el Inder me rechaza. Hace tres meses presenté un proyecto de cinco millones para sembrar ayote y me lo rechazaron porque no tenía garantía hipotecaria ni era funcionario del gobierno”.
Se solicitó al Inder una reacción a las declaraciones de Jesús, pero al cierre de esta edición no se recibió una respuesta.
En cuanto al Sistema de Banca para el Desarrollo, Jesús afirma que es todavía más difícil que el Inder, que los requisitos son imposibles y que incluso le han dicho que le van a aprobar un crédito para luego negárselo a último minuto.
Para Jesús urge que se desarrollen políticas que mejoren las condiciones de acceso a los mercados. “Si no se desarrollan no van a haber productores porque los viejos van a morir y los jóvenes se van a ir para la ciudad porque no ven rentable producir”.
Integrar, no relevar
Jesús explica que para él la verdadera solución para los jóvenes rurales no es un relevo generacional, sino una integración, justo como él lo hizo con su padre. Seguir adelante con su proyecto no ha sido fácil, pero le fue posible emprender ya que se le otorgaron herramientas para que lo hiciera.
El verdadero reto es lograr que casos como este no sean aislados. Jesús fue parte de los Clubes 4s, tuvo un proceso de orientación que lo llevó por el camino correcto para crear su empresa.
Rafaél Mesén explica los grandes obstáculos que impiden el progreso de la juventud rural: la invisibilidad, la baja asociatividad, la falta de capital social, la baja escolaridad y formación técnica y el nulo acceso a los factores de producción. “Las brechas socioeconómicas y la dificultad en el acceso a los recursos les impiden a los jóvenes desplegar su potencial”.
Por esta razón, el coordinador de los Clubes 4s piensa que es fundamental establecer una agenda común de necesidades de los jóvenes rurales, incentivar que estos se unan y darles acceso a lo que necesitan. “No se puede hacer política sin muchos actores, sin articulación institucional, porque los problemas son complejos”, continuó.
Como respuesta a la problemática, Mesén propone cinco soluciones a las cinco brechas: Visibilización, formación, organización, acceso a los recursos y acceso a los servicios complementarios. El experto explica que esta administración ha intervenido para ayudar a que los jóvenes superen estos obstáculos.
“Hay muchas cosas que hay que hacer pero ya tenemos un diagnóstico y una visión de política pública y tenemos programas en el campo dirigidos a trabajar de forma articulada. No todo está perdido.”
Para Mesén, si por medio de distintos actores se promueve la organización, capacitación, y asociación de los jóvenes y se les da seguimiento a estos programas, se puede lograr exitosamente que la juventud rural se integre en la agricultura.
Gerardo Ávila, quien además de ser funcionario del MEP forma parte de la junta directiva de los Clubes 4s, cree que el asunto no se soluciona con ayudas aisladas que puedan salvar a una o dos personas, sino con ayuda integrada a través de un órgano, y así poder generar emprendimientos. “Por eso estamos en busca de un fondo para poder darle a estos jóvenes y que generen un buen emprendimiento.”
Ávila ve fundamental que se integre a los jóvenes en un proceso de desarrollo, y por eso en educación técnica le están apostando a las incubadoras de empresas tal como las que tienen en los colegios técnicos de San Carlos, Nicoya y Liverpool en Limón. Así, si un estudiante muestra actitud y compromiso, es incorporado en la incubadora.
“Es muy bonito darle acompañamiento al joven y buscar quien lo financie pero lo necesario es crear un fondo revolvente para jóvenes que lo maneje alguna entidad y que tenga bajos intereses”, afirmó el funcionario del MEP. Además asegura que en educación técnica ya lo han solicitado en varios foros, porque ellos ven la oportunidades en estas iniciativas. “Esos focos de emprendimiento van a provocar desarrollo”, continuó.
Los agricultores tienen un futuro incierto.
El ministro Arauz cree que debe haber una agricultura que brinde un ingreso digno, y así se atraerá a los jóvenes. Él opina que dos elementos fundamentales son la agricultura orgánica y el valor agregado, ya que estos son mercados que hace falta explorar y pueden brindar nuevas oportunidades para los jóvenes rurales.
“Una agricultura familiar con valor agregado puede mantener a los jóvenes en el campo porque genera otra rentabilidad y entonces el joven puede seguir en esta profesión con un ingreso digno”, declaró el ministro.
El jerarca del MAG está consciente de que un gran número de muchachos se va del campo no porque no quieran estar ahí, sino porque no ven oportunidad de una vida digna. “Se necesita una agricultura más rentable, amigable con el ambiente, orgánica, valor agregado y comercialización directa.”
El ministro también resalta la importancia de que los jóvenes vean cómo se organizan en sus comunidades para hacer proyectos, y que para eso se necesita crédito, asesoría y otros factores habilitantes. Asegura que esa es la dirección de los esfuerzos del gobierno, aunque no sea nada fácil.
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