- 26% de encuestadas por Unesco y el Centro Internacional para Periodistas (ICFJ) dijo sufrir efectos en su salud mental.
Silvia Castillo Nieto, periodista, Punto y Aparte, silviacastillo@puntoyaparte-ca.com
En una conferencia de prensa, el 22 de febrero del 2024, el entonces presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, hizo público el número telefónico de la periodista Natalie Kitroeff, corresponsal del periódico New York Times en ese país. Minutos después, el Servicio Informativo del Sistema Público de Radiodifusión del Estado mexicano publicó un video con la fotografía de la periodista, donde la acusaban de publicar notas “sin pruebas y con ausencia de rigor periodístico”.
Un mes después de revelar que el entonces primer ministro de Rumanía, Nicolae Ciucă, había plagiado su tesis doctoral, la periodista de investigación Emilia Șercan descubrió que cinco de sus fotos personales habían sido robadas y distribuidas en 31 sitios web de pornografía.
El año pasado, el presidente de Colombia, Gustavo Petro, dijo en un discurso: “Las periodistas del poder, las muñecas de la mafia, construyeron la tesis del terrorismo en la protesta”, en referencia a unas manifestaciones del 2021. No dio ningún nombre, tampoco pruebas, pero luego de esa declaración y durante varias semanas, algunas reporteras fueron acusadas de ser una “muñeca de la mafia”.
La violencia en línea y los discursos de odio buscan callar a las mujeres periodistas, pero también enviar un mensaje disciplinador a otras reporteras.
¿Qué consecuencias tienen estos ataques sistemáticos en las periodistas?
Según el informe de ONU Mujeres, Violencia contra mujeres y niñas en el espacio digital: Lo que es virtual también es real, la violencia de género en línea hace que las mujeres ya no se sienten seguras en línea o fuera de línea, porque los autores de esas agresiones quedan en la impunidad. Esto produce un aislamiento social que lleva a las víctimas a “retirarse de la vida pública, incluidos la familia y sus amistades, y la movilidad limitada, es decir, la pérdida de libertad para desplazarse en condiciones de seguridad”.
ONU Mujeres también indica otras consecuencias como el uso de seudónimos, perfiles bajos en línea, suspensión, desactivación o supresión de sus cuentas en línea en forma permanente o incluso abandono de la profesión por completo.
El informe de Unesco y el Centro Internacional para Periodistas (ICFJ), Violencia en línea contra las mujeres periodistas: instantánea mundial de la incidencia y las repercusiones, publicado en el 2021, reveló que el 13% de las encuestadas aumentó sus medidas de seguridad física en respuesta a la violencia digital y el 4% dijo que había faltado al trabajo por temor a que las agresiones se reprodujeran en otros lugares.
El 26% dijo haber sufrido secuelas en su salud mental y el 12% de las encuestadas afirmó haber buscado ayuda médica o psicológica debido a los efectos de la violencia en línea. Pero la respuesta más frecuente (30%) fue que responden a la violencia en línea autocensurándose en los medios sociales.
El 20% de las periodistas afirmó que había dejado de interactuar en línea y el 18% impidió la participación del público en sus publicaciones.
Otras repercusiones fueron mantener un perfil más bajo (38%), faltar al trabajo (11%), dejar su trabajo (4%) e incluso abandonar del todo el periodismo (2%).
Este estudio de la Unesco y ICFJ examina la incidencia, el impacto y las respuestas a la violencia en línea contra las mujeres periodistas en 15 países. El objetivo final del proyecto es determinar los métodos más eficaces para contrarrestar esta insidiosa amenaza a la libertad de prensa, la seguridad de los periodistas y la participación activa de las mujeres en el periodismo.
El Informe de la Relatora Especial sobre la violencia contra la mujer, sus causas y consecuencias, Erradicación de la violencia contra las periodistas, menciona también cómo algunas reporteras llegan incluso a pensar en la posibilidad de dejar de laborar como periodistas. El documento menciona una encuesta mundial, realizada en 2018 por International Women’s Media Foundation entre casi 600 mujeres periodistas, el cual reveló que de las que habían sido objeto de amenazas y agresiones, casi el 30 % había considerado la posibilidad de abandonar la profesión, y cerca del 40 % admitió que había dejado de informar sobre determinados temas en razón de dichas amenazas y agresiones.
Según destacó el mismo informe, “uno de los aspectos más escalofriantes de este fenómeno es quizá que, en el caso de algunas periodistas, el acoso no siempre queda limitado a la esfera digital, sino que a menudo ha saltado a la vida real. En noviembre de 2017, una periodista fue objeto de ciberataques poco después de publicar un artículo en el que criticaba a los troles de Internet por sabotear una aplicación utilizada por mujeres para denunciar casos de acoso en la calle”.
La reportera enfrentó gran cantidad de correos electrónicos donde la amenazaban con violarla e intentaron hackear sus cuentas y sus redes sociales. Hicieron públicos sus datos personales y su domicilio, y registraron su nombre en sitios web de pornografía y pedofilia.
En diversos informes, la Relatoría Especial para la Libertad de Expresión (RELE) de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), ONU Mujeres y la Unesco, han manifestado su preocupación ante todos estos hechos que pretenden silenciar a las mujeres generando un efecto de autocensura, socavando la libertad de prensa e intentando acallar el periodismo crítico.
*Este artículo se publica como parte de un proyecto financiado por el Fondo Canadá para Iniciativas Locales de la Embajada de Canadá, cuyo objetivo es Fortalecer las habilidades de mujeres periodistas en medios de comunicación en Costa Rica y Nicaragua y mujeres periodistas en oficinas de prensa de instituciones públicas para identificar tendencias y patrones de discursos de odio misóginos en línea, apoyarlas en la implementación de acciones para su protección, la de sus espacios digitales personales y profesionales, y potenciar su conocimiento en sus labores de comunicación.
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